Durante años, la cúpula de la iglesia católica venezolana, y más específicamente los obispos asociados en la denominada Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) se han manejado con un doble discurso. Por un lado hablan de democracia y por otro dirigen, avalan y participan en Golpes de Estado contra un gobierno legítimamente constituido, hablan del hambre en el país y el planeta, la desnutrición infantil y se ven envueltos como activos participantes o pasivos alcahuetes en casos de pedofilia generalizada.
Mas recientemente salen a fusilar mediáticamente, asumiendo como bandera una moral que no poseen, a una señora humilde, María Estrella Uribe, venezolana cuyo pecado fue crear un Chávez Nuestro, apelando a uno de sus propios referentes de significación como lo es el Padre Nuestro, enseñado por la doctrina católica, apostólica y romana, que ellos mismos, como supuestos enviados de Dios, se encargan de enseñar a quienes habitamos por estos lares.
¿Por qué estos señores obispos se ensañan contra esta mujer que llena de amor, plasmó en un papel sus sentimientos más íntimos en lo humano y su espiritualidad mas llana, hacia un hombre hijo de Dios, como todos nosotros y como todos ellos, a quien considera una persona que llenó de bienestar, alegría de vivir y esperanzas a un pueblo que estaba sumido en el peor de los desalientos que incluso le había provocado el alejamiento de las iglesias y templos?
La razón es una, así como los políticos opositores se alejaron de las calles y se volcaron a los medios de comunicación, los obispos de la CEV se plegaron a esta mala praxis, se vendieron a los medios y sustituyeron los sermones esperanzadores del púlpito que algunos añoran, con declaraciones altisonantes y desproporcionadas en ruedas de prensa que recuerdan la edad media y los "decretos" o proclamas de Tomás deTorquemada.
Alaban o callan ante manifestaciones de los que consideran los suyos, pero cuestionan y decretan maldiciones ante las mismas expresadas por otros que no les son afines. Para ilustrar lo que se expresa, cumplimos con publicar el hermoso CREDO DE LA UCV, brillante pieza literaria escrita por el insigne opositor venezolano Laureano Márquez quien, parafraseando el Credo de la Iglesia Católica, nos dejó esta hermosa pieza a quienes amamos la Universidad Central de Venezuela.
CREDO DE LA UCV
Creo en la U.C.V.,
Creadora de ciencia y
de cultura, la de Vargas,
la del hombre justo
y bueno que sueña
un país decente.
Creo en su biblioteca,
bañada por las luces
multicolores del pensamiento,
en su Aula Magna,
acaso el recinto
más hermoso y democrático
de la cultura nacional
y el único lugar
donde puede oírse
el silencio reflexivo
de la multitud.
Creo en los sueños
que dormitan tras
las nubes de Calder;
en la dignidad del alma
ucevista y en los
nombres olvidados
de los que la hicieron
y la hacen grande.
Creo en el poder activo
de la docencia y la
cultura, puesto que
el hombre sabio sólo
puede buscar el bien.
Creo en las señoras
que mantienen viva
la utopía frente al
cafetín de ingeniería
y en el mural
de Aquiles y su
muñeca de trapo.
En Alfredo Moreno,
Mecenas de la lectura.
Creo en las fotocopiadoras,
en la reproducción
clandestina de libros
y en las ediciones piratas.
Creo en el Comedor Universitario
como el único mal negocio
que se justifica.
Creo en la mística del
investigador solitario,
mal remunerado
y peor valorado,
en el estudiante que
marcha con su veinte
bajo el brazo.
Creo en la protesta pacífica
como derecho irrenunciable
y en la obligación moral
que tiene la mayoría de
oponerse a una minoría
corrupta que ni la respeta
ni la representa.
Creo en las pequeñas batallas
y en la irreductible fuerza del
bien, en la pluma de Earle
Herrera y en el arte
que se esconde por los
rincones insospechados
de la U.C.V.
Creo en el Orfeón Universitario,
cuya sola existencia es
suficiente para justificar
la universidad.
Y por último, creo en la dicha
que florece a la sombra de
las horas azules del reloj,
ya que allá descubrí
el amor.
Autor: Laureano Márquez