Hay cosas que son determinantes para el desarrollo de procesos políticos que plantean cambios radicales en la interacción social. Uno de ellos es mantener viva la esperanza en que ese cambio sea real y contundente; esta semana he conversado con mucha gente afecta al proceso revolucionario, encontrando en ellos mucho temor y algo peor: desilusión.
El comandante Hugo Chávez lo advirtió el 8 de diciembre: no sería fácil defender lo que hemos alcanzado, hoy todos somos víctimas de una guerra a muerte que se libra entre pasillos de supermercados vacíos, en colas interminables bajo el sol y en precios impagables.
El pueblo, el de rojo, el de a pie, el de azul, el chavista y el no chavista está pagando por igual y se nos pide que confiemos; pero para hacerlo debemos ver la contundencia de acciones que estamos convencidos serán realizadas por el bien de esto que más que un proyecto político es una forma de vida.
La mano de hierro, el golpe de timón, el sacudón, sea como sea que se llame, debe darse sin demoras y con el apoyo de la mayoría.
Desde siempre, todos hemos sabido el daño que nos hace como revolución el amiguismo, conformismo, el cuida puestismo, el jefismo, males heredados de la vieja política que han encontrado en la V-R el espacio para mimetizarse y dañar las estructuras que con tanto esfuerzo tratamos de construir y que siento en algunos espacios como los medios se han acomodado en el poder.
Confiamos en el presidente Nicolás Maduro como heredero del pensamiento de Chávez; confiamos en la buena fe de las y los ministros que pusieron sus cargos a la orden del Presidente, pero todos, en especial ellos, deben confiar en ese pueblo que los defiende aún por encima de aquellos que hacen barreras para separarlos.
Créditos: Jordán Rodríguez
rodriguezjordan@gmail.com
